ENTURSA fue el motor estatal que modernizó el turismo español entre 1964 y 1985, dejando un legado patrimonial y estratégico.
Después de un proceso de gestación que se prolongó durante más de trece años, el 28 de noviembre de 1963 se decretó la creación de la Empresa Nacional de Turismo (ENTURSA).
El encargo que recibió el Instituto Nacional de Industria (INI) fue el de la constitución de una empresa mixta cuya finalidad sería la construcción de alojamientos turísticos y complejos deportivos a ellos anejos, la creación y mejora de cotos de caza y pesca, y aquellas otras obras y construcciones turísticas que el gobierno le encomendase, todo ello sin perjuicio de que se incorporasen a la nueva entidad las instalaciones hoteleras que en aquel momento dependiesen, directa o indirectamente, del INI. Se dispuso, igualmente, que éste fuera su accionista mayoritario, que se procurara la participación de capital privado y que se estableciesen fórmulas que permitiesen, en su caso, ceder realizaciones efectuadas a la iniciativa particular.
Dando cumplimiento al encargo gubernamental, el INI constituyó ENTURSA el 14 de febrero de 1964, con un capital totalmente liberado de 300 millones de pesetas y contando con una financiación futura escalonada de hasta 1.000 millones de pesetas. El espíritu con el que fue concebida fue el de asumir, desde una concepción empresarial, la política pública de alojamientos turísticos. Se quería que la nueva empresa preparara las instalaciones clave que permitieran articular las zonas que interesaba desarrollar y que montara aquellas otras que, aunque no fueran directamente rentables, sirvieran para potenciar determinadas comarcas, con la finalidad de que ello constituyera una base para la iniciativa privada. Empero, desde muy pronto, el Consejo de Administración de la nueva empresa consideró oportuno limitar sus actividades a la adquisición de terrenos para urbanizaciones y a la realización de las instalaciones precisas, dejando en un segundo plano los demás fines sociales, es decir, los complejos deportivos en zonas de montaña y los cotos de caza y pesca. Y en este sentido, durante los primeros años se optó por la transformación de valiosos edificios de carácter histórico-artístico en hoteles monumentales, imprimiéndose a su explotación una dinámica empresarial, con lo que ENTURSA se separaba claramente de la que a sus establecimientos daba la cadena Paradores. En este caso habría que encuadrar a los hoteles Reyes Católicos, San Marcos, La Muralla y El Paular.
El primero de ellos, que había sido inaugurado en julio de 1954, tras restituir a la primitiva condición de albergue de peregrinos el antiguo Hospital Real de Santiago de Compostela, edificado en tiempos de los Reyes Católicos, fue traspasado, con sus 308 plazas, a ENTURSA en enero de 1964. El Hotel San Marcos, construido en León utilizando el llamado Convento de San Marcos y edificaciones anexas, y con una capacidad inicial de 530 plazas, fue oficialmente inaugurado el 23 de julio de 1965, casi dos años después de que se hubieran iniciado las obras. El Hotel La Muralla, gestado, al igual que los dos anteriores, antes de que se creara ENTURSA, abrió sus puertas al público el 29 de mayo de 1967, casi cinco años más tarde de que se le hubiera encomendado al INI la construcción de un hotel en Ceuta. Dotado con 166 plazas, fue emplazado en el lugar que ocupaba la Maestranza de Artillería y aprovechando, en parte, las murallas de la dominación portuguesa, que databan del siglo XV. Por último, sería en julio de 1971 cuando se inaugurara, junto al monasterio benedictino del mismo nombre, el Hotel Santa María de El Paular, en la localidad madrileña de Rascafría. Con sus 71 plazas, sería el establecimiento más pequeño de la cadena.
El único alojamiento de nueva planta que construiría ENTURSA en estos años fue el Hotel Jerez. Fue el primer paso dado por la empresa en la senda de abandonar la idea inicial de hoteles de carácter monumental y extender la red hotelera en base a otras instalaciones más convencionales y que, sin tener la carga derivada de aquéllas, facilitaran una rentabilidad normal al conjunto. Tras comprar en la ciudad gaditana una parcela de 10.000 metros cuadrados, las obras comenzaron en el verano de 1968 y el establecimiento, con una capacidad de 120 plazas, fue abierto al público en diciembre del año siguiente.
Con la intención de no convertirse en una competidora de la iniciativa privada, ENTURSA había ubicado sus hoteles en enclaves con una gran ventaja, la escasa o nula competencia, pero con un gran inconveniente, el ser ciudades no típicamente vacacionales. La propia empresa dejó muy claro en 1969 los problemas que la acuciaban. Argumentaba que, si estaba obligada a construir y explotar hoteles de una capacidad desmesurada, maniatados por las especialísimas características que condicionan la adaptación de un monumento con cuatro o cinco siglos de antigüedad para convertirlo en hotel moderno, y en lugares inhóspitos turísticamente hablando, podría exigírsele una rentabilidad de contenido social, cultural, político e, incluso, espiritual, pero nunca comercial o económica. El gran lastre de la empresa pública, desde el punto de vista de la rentabilidad económica, fue la falta de libertad para elegir con criterios netamente empresariales la situación de sus establecimientos hoteleros. En la mayoría de los casos primaron los motivos políticos, sociales o artísticos, sobre los estrictamente económicos. Las consecuencias fueron unos niveles de ocupación, que fueron crecientes con el paso del tiempo, pero siempre muy inferiores a los deseados, y unos ingresos de explotación, derivados de las pernoctaciones y la restauración, que solo a partir de 1970 pudieron superar, y solo ligeramente, a los costes ocasionados por el mantenimiento, la conservación, la energía y el personal. Además, ENTURSA compró entre los años 1964 y 1965 varios terrenos, en Gerona, Santiago de Compostela y Almería, con vistas a unos proyectos que finalmente no se materializaron. Estas inversiones se fueron convirtiendo con el paso de los años en un lastre al inmovilizar un capital que resultaba improductivo.
El INI acordó a finales de 1965 que el capital social, 300 millones de pesetas, se incrementara en otros 300 millones. Esta escasa aportación de capital obligó a la entidad, que solo había cosechado resultados negativos, a recurrir a créditos y préstamos que, lamentablemente, la condenaron a un gravoso endeudamiento. El primer intento para sanear su situación financiera fue la ampliación de capital, de 600 a 1.200 millones de pesetas, autorizada en abril de 1970 y suscrita íntegramente por el INI. Ese mismo año se emprendió una política tendente a la unificación y la racionalización, tanto del equipo y materiales como de las técnicas de explotación, administración y compras, que provocó una importante mejoría de los servicios y una notable reducción en los costes por estancias. Todo ello contribuyó, junto con el saneamiento de la estructura financiera iniciado en marzo de 1972, a que lograra en el bienio 1972-1973 sus primeros resultados netos positivos.
Desde ese momento, incorporó a su división de alojamientos los hoteles Iberia (Las Palmas de Gran Canaria, 1975), Sarriá (Barcelona, 1975), Mencey (Santa Cruz de Tenerife, 1978), Alfonso XIII (Sevilla, 1979) y Chamartín (Madrid, 1982), y creó la División de Catering (1975), compuesta por las unidades de Barajas, Gando (Las Palmas) y Málaga. Pero su situación empresarial experimentó una delicada situación. La demanda fue creciente pero los niveles de ocupación de sus hoteles no mejoraron, situándose entre el 40 % y el 42 %, los costes de financiación no pararon de crecer debido a la deficiente estructura de recursos propios, a pesar de que entre 1978 y 1982 hubo cuatro ampliaciones de capital, y la empresa no dejó de cosechar graves pérdidas hasta el año 1983. En el bienio siguiente, bajo la presidencia de Carlos de Luxán Meléndez, al que habían precedido en el cargo Luis Carrero Blanco, Juan de Arespacochaga y Felipe, Adolfo Suárez González, Luís García Fernández y Salvador Fernández Sánchez, se cosecharon unos exiguos resultados positivos y se logró una cierta viabilidad económica gracias a sendas aportaciones de capital por parte del INI y a la compensación de las pérdidas acumuladas en los últimos años. Se había logrado que la empresa fuera más atractiva para potenciales compradores. Se había dado, pues, el primer paso serio para su privatización.
Tras segregar el negocio del catering y los hoteles Reyes Católicos, San Marcos y La Muralla, que fueron devueltos a Patrimonio del Estado para su adscripción al organismo Administración Turística Española, el 22 de julio de 1985 la Comisión delegada del Gobierno para Asuntos Económicos autorizó al INI la cesión al sector privado de la totalidad de su participación en ENTURSA. Poco después, el 30 de octubre, el Consejo de Administración del INI acordó su venta por 5.186 millones de pesetas. Y en la reunión del Consejo de ministros de 20 de noviembre de 1985, el gobierno la autorizó de manera definitiva.