En Fuerteventura el aeropuerto amanece vacío, reflejo económico que golpea con fuerza y sin desvarío,y mientras los vuelos menguan en cada pantalla, trabajadores confirman que el precio es la batalla.

Una isla acostumbrada al bullicio, ahora en calma
En la avenida marítima de Corralejo, donde normalmente se cruzaban turistas ingleses, italianos y franceses, las terrazas aparecen a medio llenar. Pedro Gutiérrez, dueño de una pequeña escuela de buceo, observa el mar sin la habitual agitación de barcas y visitantes.«En diciembre siempre trabajamos al límite. Ahora, en cambio, la isla está tranquila, casi demasiado. La mayoría de los turistas busca billetes, pero cuando ven los precios, cancelan. Los precios dinámicos están ahogando a todos.»Pedro recuerda haber visto billetes París–Fuerteventura superar los 480 euros en noviembre y alcanzar cifras superiores a los 700 en diciembre. «¿Quién puede pagar eso? Muy pocos.»

Vecinos que sienten la ausencia
A unos kilómetros, en Morro Jable, Ana Luque prepara su comedor antes del mediodía. Las mesas limpias y ordenadas revelan que nadie las ha usado desde la noche anterior.«En veinte años no viví algo así. Los viajeros quieren venir, pero la mayoría no puede. Todo sube: los billetes, la comida, la energía. Y los salarios siguen iguales», comenta mientras revisa un cuaderno de reservas casi vacío.

Destinos golpeados en Europa, África y América
La situación se repite en otros puntos turísticos. En la costa portuguesa del Algarve, varias localidades registran caídas de visitantes de hasta un 40 %.En Marrakech, los guías muestran calles sorprendentemente despejadas. Hassan, uno de ellos, señala la famosa plaza Jemaa el-Fna, habitualmente saturada.«Los hoteles hacen descuentos, pero el vuelo sigue subiendo. Si el billete cuesta más que el viaje entero, ¿cómo van a venir?», pregunta mirando la plaza medio vacía.América Latina también enfrenta el problema. En zonas del Caribe, algunos hoteles reportan ocupaciones históricamente bajas para esta época.

La ecuación que hace imposible viajar
El aumento del precio del combustible, la capacidad reducida de las aerolíneas, la demanda concentrada y la tarificación automática han creado un escenario que muchos describen como un bloqueo económico.Un billete que hace cuatro años costaba 150 euros ahora supera holgadamente los 450 o 600. Para familias y jóvenes, viajar se ha convertido en un lujo.En el aeropuerto de Lisboa, una pareja cuenta su experiencia:
«Queríamos viajar al Cabo Verde. Teníamos el hotel pagado. Pero el vuelo pasó de 420 a casi 900 euros en dos días. No pudimos seguir adelante. Los precios suben más rápido que nuestros ingresos.»

El turismo se vacía, las calles también
En Santa Cruz de Tenerife, carteles de rebajas anticipadas cuelgan en muchas tiendas. Los comerciantes esperan atraer a los pocos visitantes que logran asumir el coste del viaje.
Luis, dueño de una tienda de artesanía, lo resume con una frase sencilla, pero inquietante:«El turismo no ha desaparecido. Lo que ha desaparecido es la capacidad de viajar.»En muchos destinos, la preocupación es cada vez mayor. Si el pico de temporada ya no llena hoteles, restaurantes ni terrazas, ¿qué ocurrirá durante la temporada baja?Los trabajadores del sector lo expresan con la misma claridad:
«Si la movilidad no se recupera, si los precios no bajan, nuestros oficios pueden desaparecer.»
El paisaje que queda atrás es el de lugares hermosos, preparados para recibir al mundo, pero cada vez más vacíos. No porque hayan perdido su encanto, sino porque la mayoría ya no puede permitirse llegar hasta ellos.

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