En un mundo donde la música cambia con cada estación y los focos se mueven con la velocidad de un videoclip, hay artistas que, sin buscar la fama ni los aplausos del trending topic, han tejido con notas y sonrisas una vida entera dedicada a alegrar la de los demás.

Uno de esos héroes anónimos de la música es Joan Carbonell, un músico de 77 años que ha vivido, literalmente, de la música… y para la música. No es un rostro de portada ni una voz de radiofórmula, pero pocos artistas pueden presumir de haber recorrido más escenarios que él, desde plazas polvorientas hasta teatros en otros continentes. Solo o acompañado, con banda o en solitario, Joan ha hecho del camino su casa y del escenario, su razón de ser. Nacido en Artesa de Segre, un pueblecito de la provincia de Lérida de poco más de 3.500 habitantes y donde destacan cocineros, artistas e industriales, todos llenos de oficio y capaces de transcender el territorio. Joan aprendió música por tantas notas perdidas en casa. Fue su padre , Lorenzo, el que le enseñó los primeros compases, y que tenía tanta  y mas vocación que él  manejando  varios instrumentos, tanto es así que, enseguida formaron el Dúo Carbonell; una batería, el acordeón, saxo, violín y la voz de cada uno, eran suficientes para levantar la fiesta. Fue después, en el Conservatorio de Lérida, y mas tarde en el de Barcelona, donde afinó la carrera que le iba a asistir toda la vida.

El hombre orquesta
Joan no necesita una banda, porque él es una banda completa. Con su acordeón colgado al pecho, el teclado bajo el brazo y una caja de ritmos que parece tener alma propia, recorre cada semana cientos de kilómetros en su furgoneta melódica y consiguiente remolque, una especie de Arca de Noé musical donde conviven micrófonos, atriles, cables, partituras, disfraces, luces, altavoces y alguna anécdota de carretera. Su GPS no busca ciudades glamourosas: apunta a pueblos con corazón, a fiestas locales, a salones de actos de asociaciones de vecinos, verbenas, fiestas mayores, bodas, comuniones, cenas de empresa, residencias de mayores, peñas, plazas, calles y hasta barcos si hace falta. Allí donde haya ganas de cantar, bailar o simplemente recordar, allí aparece Joan, con su eterna sonrisa y su inagotable repertorio que lo esperan como se espera a un viejo amigo.

los dos Carbonell 1 2el duo carbonell

La vida a ritmo de carretera
Hay quienes presumen de giras internacionales. Joan las tiene, pero con otro aire. Ha viajado por todo el mundo, sí, desde París, Ginebra, Oslo… hasta 3 meses en Japón, Casablanca, Canadá pasando por pueblos recónditos de La Mancha o aldeas gallegas que no salen en los mapas, y especialmente toda Cataluña, pero sí en las memorias de quienes lo vieron tocar. Joan tiene un recuerdo de cada actuación porque cada una tiene escenario propio y diferente; la música lo ha llevado a su capricho y de una actuación en la sala de fiestas, un productor lo  contrataba   hasta para un acontecimiento real. En su trasiego ha tocado para el rey de Marruecos, para el magnate Adnan Khashoggi y hasta para Aga Khan. En esas salas de la élite encontraba gente adinerada,  en una de ellas, en las noches  de Saint  Moritz embelesaba con su música  a la propia  esposa- y a otras-    del presidente de Francia, Valéry Giscard d´Estaing.  Durante   tres  años estuvo  actuando  en el  Palace Gastaad  de Suiza  con la  orquesta Renato Sambo, un cantante italiano  de la Jet  Set  mundial y alli  se concitaban   grandes figuras  internacionales  como Onasis, su hija Cristina,  María  Callas  Niarcos, Simon & Garfunkel, Shirley Basey... y un sinfín de artistas   de la época  como  Richard Burton, Liz  Tailor.  Alain  Delón.. con ese  respaldo y la fama  a las espaldas,  se animó a crear su propia  orquesta la  Reason to Be y con ella  viajó  por medio mundo  con actuaciones estelares. Ese ambiente es el perfume que hace que la fiesta no pase desapercibida. La  vida  del artista  es lo que  tiene,  se  mueve  entre el  glamour  y la indigencia . Joan  tampoco se ha librado, como tantos, de un representante que desaparece  con el dinero  en la   cartera y le deja  con los trastos enchufados  y la cuenta  del hotel por pagar. Pero, gracias a los años  y el oficio,  Joan ha sabido  transformar  la música, además  de la pasión, en un fondo de inversión que  le ha convertido en un artista  de   éxito.

Cada día es una etapa. 200 o 300 kilómetros no son distancia para él, sino la medida del entusiasmo con el que vive su oficio. Porque para Joan, cada actuación no es solo un trabajo: es una misión de vida. Subir al escenario es una forma de dar las gracias a la música que lo ha acompañado desde que tenía uso de razón, cuando aprendió a tocar el acordeón con su padre, o cuando, de joven, reunió las primeras pesetas para comprarse un sintetizador con el que hacía magia en las pistas de baile de los años 70.

joan y su acordeon 5

Polivalente como pocos
Una de las mayores virtudes de Joan Carbonell es su capacidad camaleónica para adaptarse al público. Su repertorio es una enciclopedia sonora en varios tomos: canta habaneras y reguetón, pasodobles y pop coreano, canciones de cuna y temas de Rosalía. Lo mismo entona el "Resistiré" como himno intergeneracional que el último hit del verano, o una sardana a petición de una abuela emocionada. Personaliza sus shows: si le pides el himno del Barça, del Betis , del equipo local o de la peña ciclista o el de la escudería de Fórmula 1 que acaba de ganar el Mundial, lo tiene preparado. Sabe cuándo es el momento del pasodoble y cuándo hay que levantar al público con una canción de Shakira ¡Ni Tarzán lo supera!

Pocas cosas definen mejor a Joan que su repertorio. Es un baúl sin fondo que guarda tesoros para todas las edades. Desde los valses de los abuelos hasta los hits del verano, desde coplas antiguas hasta pop urbano, desde los clásicos de la rumba catalana hasta el último éxito viral de TikTok. Nada se le resiste: si lo piden, lo canta.

Su espectáculo no es solo musical: es emocional, es social, es terapéutico. Toca lo que la gente quiere oír y lo que necesita recordar. Y eso es algo que no se aprende en ninguna academia, sino en la calle, con años de escenarios improvisados, luces prestadas y aplausos sinceros.
Joan es lo que antes se llamaba un hombre orquesta, pero sería injusto reducirlo a ese término. Es mucho más: es un arreglista intuitivo, un maestro de ceremonias, un técnico de sonido y hasta su propio roadie. Domina con soltura el acordeón, el saxo, el teclado, el piano, y lo que no toca lo hace sonar gracias a su inseparable caja de ritmos, con la que convierte cualquier lugar en una fiesta completa.
Ha formado parte de grupos musicales, ha dirigido pequeñas bandas y, cuando la ocasión lo merece, incorpora,  como   actualmente a Estela, a alguna cantante o músico invitado para dar mayor vuelo al espectáculo. Porque Joan entiende el show como una experiencia compartida, que crece y se transforma según el público y el momento. Desde dúos melódicos hasta formaciones más completas para bodas o eventos de gala, sabe adaptarse como pocos, sin perder su estilo ni su alegría contagiosa.

Un artista, una generación… o tres
Joan es también puente entre generaciones. Su presencia en cualquier fiesta garantiza que bailen los nietos, canten los padres y lloren de emoción los abuelos. Es de los pocos músicos que pueden tocar "La vaca lechera" sin ironía, luego pasar a "La Macarena" y acabar con "Despacito", todo con la misma entrega y respeto. Cada canción, para él, es un pequeño ritual de comunión con el público.

El músico imprescindible
Los músicos como Joan Carbonell no salen en la portada de los festivales de moda, pero son los verdaderos imprescindibles de la banda sonora de nuestras vidas. Están allí cuando celebramos, cuando lloramos, cuando bailamos con vergüenza o nos abrazamos cantando un estribillo conocido. Son ellos los que hacen que un banquete de boda sea inolvidable, que una verbena tenga alma o que una residencia de ancianos reviva por una tarde gracias a un vals.
En estos tiempos de playlists automáticas y conciertos virtuales, Joan es un recordatorio viviente de que la música es, ante todo, presencia humana, calor, esfuerzo y generosidad. Su vida es una oda al oficio, a la vocación, al amor por el arte sin etiquetas ni pretensiones.

joan y su vocalista 2Homenaje a una estirpe
Este artículo es para Joan, sí. Pero también para los cientos —quizás miles— de músicos como él, esos todoterreno del pentagrama, esos héroes de la melodía popular, que sin contrato discográfico ni manager, se echan el mundo al hombro cada fin de semana con sus instrumentos, su ilusión intacta y una voluntad férrea de hacer de cada actuación algo especial. Con frecuencia, el músico es más el camino que el escenario, pero éste es el pódium que le permite su hora de gloria y el último aplauso de recompensa.
Hoy, a sus 77 años, Joan Carbonell sigue tocando como si fuera la primera vez, con la misma emoción, con la misma entrega. Y mientras haya fiestas, pueblos, amores, recuerdos y canciones por cantar, él seguirá en la carretera, con el corazón afinado y el alma a todo volumen. Y cuando algún día decida colgar el acordeón —si es que alguna vez lo hace—, quedará su legado invisible pero imborrable: miles de momentos compartidos, cientos de fiestas salvadas, y una vida que se escribió, literalmente, en clave de sol.

Escribir un comentario