Palau de Noguera es un pequeño pueblo de medio centenar de habitantes, puerta de entrada al Pirineo catalán, enclavado en el Pallars  Jussá, con mucha historia detrás de él y un sentimiento vivo entre sus habitantes.

Su historia está ligada a la Orden de Malta y, por tanto, el pueblo y sus casas responden a la pervivencia de nobles  y monjes que remonta hasta la edad Media.
Ya el año pasado, montaron un festorro para a emular cómo vivían sus paisanos hace 300 años y, la mayor parte de los vecinos, se vistieron con las jergas medievales y recrearon la vida pasada abriendo al público Els Cellers de sus casas y recreando la vida de nobles y vasallos. Tuvo tanto éxito que captó la atención de media provincia  (  https://elperiodicodelturismo.com/europa-espana/214-cataluna/1417-palau-de-noguera-la-gesta-de-un-pueblo) Mas decididos que perezosos no pierden escusas para organizar un sarao y congregarse en cualquier rincón o plaza para celebrar un cónclave.

De la Fonteta a la Fontferrana
En esta ocasión, la protagonista era una fuente, La Fontferrana y otra más modesta, La Fonteta, milenarias seguramente, pero, en cualquier caso, han formado parte del imaginario colectivo del pueblo e impregnado de vivencias a sus habitantes. Ambas formaban un entorno idílico que combinaba actividad rural, riego, abastecimiento y ocio para toda la gente menuda que, después de clase y ratos libres, merodeaban por allí.
Es cierto que en cada rincón del mundo, los pueblos y las ciudades albergan lugares emblemáticos que son mucho más que simples elementos arquitectónicos. Uno de esos elementos que a menudo se encuentra en el corazón de un pueblo es una fuente. Estas fuentes tienen un significado profundo y simbólico para las comunidades que las rodean. Muchos de esos habitantes, si tuvieran que destacar tres o cuatro iconos de la localidad, la fuente, si la hay , estaría entre esa elección, tan preciada como la iglesia o la plaza pública.
La fuente es el corazón latente de un pueblo. Una fuente puede tener siglos de historia impregnados en sus piedras. En muchos pueblos, estas fuentes son monumentos que han presenciado el paso del tiempo y han sido testigos de los cambios y transformaciones de la comunidad a lo largo de los años. Son recuerdos de las generaciones pasadas y llevan consigo la memoria colectiva
Generalmente constituyen un patrimonio natural, incluso, a veces arquitectónico o cultural, que evoca grandes momentos de las vivencias personales o colectivas.
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El sonido, los colores, la vegetación emergente, la frescura del agua y los iones negativos que irradian por el movimiento del agua… contribuyen a un estado de bienestar y relajamiento que lo asimilamos a la felicidad o a la armonía total.
De los cuatro elementos indispensables en la naturaleza, el agua es el que intrínsecamente está más en consonancia con el ser humano. Si el fuego es la energía que calienta, el aire el aliento del mundo y la tierra la que nos nutre de alimentos, el agua es la fuente de la vida. Los cuatro son parte de un todo, aunque cada uno predomina mas o menos en las personas. Quienes tienen un dominante de agua, suelen ser más emocionales y con una gran intuición. Si dice igualmente que el Fuego está relacionado con el Saber, el Aire con el Osar, la Tierra con el Callar, pero, el Agua es con el Querer
Por algo, el cuerpo humano está formado por un 60 o 70 % de agua viva que circula en forma de sangre, de linfa, jugos digestivos, líquido cefalorraquídeo (en el cerebro y médula espinal) líquido extracelular (fuera de las células) o intracelular (en su interior), sudor y lágrimas, etc. Esta corriente natural lleva las sustancias nutritivas a las células y recoge de ellas las sustancias tóxicas para eliminarlas al exterior. Dentro de nuestro cuerpo, el agua mantiene un equilibrio dinámico, conectando los diferentes órganos y favoreciendo la circulación de la energía. Por eso, cuando se ha formado una colonia humana, lo primero que buscan es un yacimiento de agua como elemento esencial de la vida y de la actividad económica

Los años sesenta trastocó toda la economía de Palau
Durante siglos, Palau vivió de una economía autárquica dependiendo de los pocos recursos que generaba la agricultura y la escasa ganadería. Su despensa y base de su sustento eran los huertos extendidos a lo largo del rio y en la zona resguardada con vistas al mediodía y, una vez más, la fuente era su liquido vital. Las fuentes eran el maná del desarrollo del pueblo, principio y fin de sus quehaceres diarios. A las fuentes se iba a buscar agua para las necesidades de la casa y a la fuente, con su adosado lavadero, acudían las mujeres a lavar la ropa y glosar las noticias del día, fuentes y huertos estaban ligados por un cordón umbilical inseparable y por el camino, cuesta arriba y cuesta bajo, trascurrían las mujeres portando sus hatos de ropa y cavilando entre penas y glorias los acontecimientos del día.
Tenía, es verdad,  otra fuente mas cerca, la de los cinco caños, que sigue manando generosa dentro el casco urbano, pero, a decir de las lavanderas, la ropa no quedaba igual ni las legumbres se cocían lo mismo.
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A partir de la posguerra, comenzó un cambio rápido que no se logró en siglos y, otra vez, el agua fue la protagonista. En torno a los sesenta colapsó todo tal como había sido siempre. Llegó el riego al campo y con él, el trasvase de actividades. A través del INC, placa que todavía se conserva en la pared del pueblo, se iniciaron las obras para llevar el agua corriente a las casas. El Instituto Nacional de Colonización (INC) se creó el 18 de octubre de 1939 como instrumento de la nueva política agraria franquista y la pretensión era transformar el medio rural para que el campesinado fuera autosuficiente y para ello, se basaba en la introducción del regadío, aumento de la productividad y la creación de pueblos de colonización con un diseño adaptado al territorio. Así se crearon más de 300 nuevos pueblos en toda España diseñados esencialmente por los jóvenes y flamantes arquitectos salidos de la facultad
Ese plan llevó el agua corriente a la práctica totalidad de las zonas rurales de toda España y, entre ellas Palau en torno a 1960. Adiós huertos y hasta luego fuentes. Como dicen los del lugar, la riqueza pasó de abajo a arriba. Los huertos se fueron abandonando y, lo que era de secano, cobró importancia. Llegó el agua al pueblo a través de las canalizaciones, pero paradójicamente, la gente joven que, en principio parecía que tendría más provenir, salieron hacia la ciudad en busca de fortuna. Toda esa égida, hoy constituyen un elenco de médicos, ingenieros, empresario y profesionales bien posicionados en sus respectivos escenarios y ahora son los que vienen -de visita- al pueblo y mantienen las casas, aunque sea como recuerdo a sus ancestros.

Un pueblo a una
El pueblo sigue siendo una suma de voluntades individuales que van a una. De los 50 vecinos más o menos censados, pasan a reunirse un centenar alrededor de la mesa, la mayoría rondando los 80 años y cargados de sabiduría. Todos ellos vivieron la transformación y pueden contar un sinfín de anécdotas. Los entonces niños recuerdan el sentido lúdico del agua y del entorno, un ajetreo permanente de subida y de bajada con los atuendos y enseres bien fuera ropa, hortalizas o el acontecer de las matanzas que, mientras lo mayores lavaban las vísceras del cerdo para conservar los chorizos, los niños obtenían un día de asueto en la escuela.
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Otros, como Antonio,  aún no ha olvidado el mayor momento de pánico de su vida cuando su padre le hizo descender en la alberca para apartar de la entrada de la bomba de agua las ramas que impedían su funcionamiento. Para un menor, a veces algo insignificante, se convierte en el mayor de los sustos. En torno a las fuentes había una actividad frenética. Aparte de los huertos que exigían una atención parmente y el lavadero comunitario, funcionaba un molino de agua para el cereal y las aceitunas, harina y aceite no faltaban afortunadamente en ninguna casa. Así Els Cellers, a temperatura constante, albergaban los alimentos y el vino que duraba todo el año y se renovaba cosecha a cosecha.
Algo ha llamado la atención: la inmensa mayoría de los octogenarios que han vivido y viven en el pueblo conservan íntegramente su dentadura original. Nadie sabe la causa verdadera, pero nadie niega tampoco que el agua - y probablemente la leche que siempre fue abundante- son el origen de este regalo

 Un  homenaje  a los  mayores
Así que, con todos estos antecedentes, no es extraño que los de mediana edad, hayan querido rendir un homenaje a los mayores que vivieron totalmente ese legado de siglos y recuperar la vitalidad de las fuentes y las emociones que guardan en la memoria de sus gentes. Un antes y un después que en nada se parecen pero que mantienen la esencia de la voluntad de un pueblo que quiere conservar sus valores.
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Eso ha hecho que, un grupo de esforzados a lo largo de los últimos meses, provistos de pico y pala, se han dedicado a desbrozar los senderos antiguos, acondicionar los caminos y redescubrir las fuentes para que luzcan como antaño. La fiesta de ayer no es más que la conclusión de un trabajo que, una vez expedito, se celebra en compañía. Un centenar de personas alrededor de la mesa que rememoraban su pasado y disfrutaban de los productos propios de la tierra en una merienda comunitaria.
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Naturalmente, en estas gestas siempre hay mecenas y voluntarios que tiran del carro, que son los que cargan con la mayor responsabilidad y aportan el esfuerzo principal, pero, gracias a ellos siempre se han llevado a cabo las hazañas de la historia. Ahora cualquiera que visite ese escenario puede percibir, o al menos imaginar, cómo era la vida de antes y tratar de revivirla con otra merienda. Probablemente la actividad mas inmediata,  será  acoger alguna otra  celebración, recibir  a paseantes inquietos   y servir  de acampada para niños  y jóvenes que quieran vivir y sentir  la naturaleza. Por  ahí se empieza a saber que hay otra vida  fuera de la ciudad.

 La iglesia y el cura
El pueblo, siendo hospitalero como poder civil, tenía igualmente un dominio eclesial importante; monjes y caballeros conformaban las fuerzas vivas de la sociedad medieval. Y el cura ha seguido teniendo una presencia notable, tanto es así que, entre los huertos estaba el del cura, el mas grande de todos para que nunca le faltara de nada e igualmente disponía de la Rectoría para vivir, un inmueble en el centro de pueblo dotado, como en la mayor parte de las casas, de un celler de grandes dimensiones desde donde, dicen, salía un túnel que unía la iglesia y continuaba hasta las inmediaciones de La Costa, a las afueras del pueblo y que servía como conducto de escape en caso de necesidad. Los mayores de hoy cuentan cómo de pequeños habían entrado en algunos tramos que seguían en pie, pero que el tiempo y el alcantarillado nuevo fueron deteriorando. Existen otros túneles más recientes en el área de las eras que los  vecinos  abrieron para librarse de los bombardeos en la guerra civil. Estos túneles secretos parten probablemente de la época templaria comunicando las diferentes estancias y, si algún día se recuperan, será un atractivo mas para este pueblo que tiene tanta historia sobre el suelo como bajo tierra.

El colofón
Nadie puede imaginarse una fiesta popular sin música. La música es un resorte que Dios, adelantándose a la Inteligencia Artificial, debió de insertar en el ser humano para que se desinhibiera y vibrara con la naturaleza. La música saca la mejor sonrisa y tonifica el cuerpo. Por eso, la música es un buen colofón a la celebración y la fiesta.
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Socorrido el cuerpo y alegrado con un par de copas de vino, es fácil que al son de las notas, baile y dance dejándose llevar según le pide su instinto. No hay edad para el baile y, al caer ya la noche, al ritmo del maestro Joan Carbonell, una corporación unipersonal de la música al mando de su  nave electrónica, quien más quien menos, soltó su esqueleto y disfrutó de una velada emocionante. Eso es un pueblo. A toda esa gente de edad, estos versos:
Fuente en la que yo bebi
Fuente en la que yo jugué
Fuente en la que aprendí
Todo lo que hoy yo sé

Comentarios  
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Gracias Manolo!! Con tu texto has hecho revivir el sentimiento de todos los que somos hijos y queremos al pueblo de Palau. Has descrito toda una generación que ha vivido el cambio y el cierre de muchas casas y que recordamos con nostàlgia
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Es un text o comentari molt apropiat esta molt ben redactat es sent la profesionalitat. Joan carbonell
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