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Cuando se piensa en Tokio inmediatamente nos viene a la mente una imagen de algún rascacielos. Una ciudad con superpoblación, en donde residen cerca de 14 millones de personas, una ciudad ruidosa y movida. Una metrópoli magnífica y sorprendente que sin duda cautiva con los diferentes contrastes que uno pueda llegar a imaginar. Sin embargo, lo que pocos saben de Tokio es que es un lugar lleno de islas en donde también se pueden avistar ballenas y delfines. 

Además de ser una gran urbe, Tokio es una de las 47 provincias en las que se divide el país nipón. Sin duda es la de mayor densidad poblacional, pero su territorio está dividido en islas inhabitadas. Una serie de islas volcánicas en donde la prisa queda en un segundo plano, un lugar lleno de tranquilidad y en donde la naturaleza es el personaje principal. 

Las islas en Tokio se dividen en dos: primero encontramos las islas Izu, que son las más cercanas y después tenemos las islas Ogasawara, que son más remotas. Sin embargo ambas tienen un atractivo especial, y cuanto más se vaya hacia el sur más mágico, bonitas y salvajes serán. 

Las islas Izu están más cerca de Tokio y para muchos viajeros tanto japoneses como extranjeros, el pequeño archipiélago es sin duda el lugar ideal para tomar unas pequeñas vacaciones en la playa y así disfrutar del agua cristalina, las montañas y bosques y sus termales, siendo los baños japoneses uno de sus principales atractivos. 

No es difícil llegar a este lugar, desde la terminal de ferris de Takeshiba el recorrido dura tan solo dos horas en barco a Oshima, la isla mayor y más accesible de las islas Izu. 

Este lugar es ideal para disfrutar y practicar los deportes acuáticos, gracias a sus cálidas aguas son el lugar perfecto para practicar esnórquel o buceo, e incluso si se quiere practicar surf, solo basta ir hasta la isla de Nijima. El monte Mohara que se encuentra allí es adecuado para practicar senderismo, este es un volcán que se despierta cada 30 o 40 años y si se visita entre los meses de enero a marzo se podrá apreciar el florecimiento de un sin número de camelias. 

Sin embargo, el verdadero espectáculo de Tokio se encuentra en las islas de Ogasawara, un archipiélago declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO siendo un mágico paraíso natural. Es por esto que el lugar es conocido como las Galápagos del Oriente por su proceso de evolución aislado de tierra firme. 

Estas islas están situadas a unos mil kilómetros de la isla principal japonesa y está compuesta por 30 pequeños islotes. 

Un dato curioso de este lugar es que fueron descubiertas por una expedición española que se dio en octubre de 1543 y Bernardo de la Torre, quien estaba al mando, les puso el nombre de Islas del Arzobispo. Luego, en 1593 llegaron a este lugar los japoneses dirigidos por el samurái Ogasawara Sadayori, dándoles el nombre por las que se le conoce el día de hoy.

Este es un lugar muy alejado y para poder llegar allí hace falta realizar un recorrido en ferry de 25 horas, la compañía Ogasawara-muru Liner realiza este viaje solo una vez por semana, y de todas las islas que allí se encuentran, solo Chichijima y Hahajima están habitadas, la poca población hace que este sea sin duda un destino ideal para aquellos amantes de la astronomía debido a la poca luz artificial que permite que sus cielos tengan un brillo intenso cuando llega la noche. 

La UNESCO puso su interés en este lugar al ser un refugio para cerca de 190 especies de aves que se encuentran en peligro de extinción, 400 especies de plantas autóctonas y un lugar con una vida marina muy amplia. Este lugar es una referencia para realizar observación de cetáceos y otras especies en su mayoría en los meses de mayo a noviembre, avistamiento de ballenas jorobadas y delfines de febrero a marzo.

Estas islas tienen su esencia por el ecoturismo con respeto hacia los ecosistemas naturales que son espacios frágiles y sensibles a la presencia humana y la protección de estos es fundamental para poder conservarlos. La isla Minamijima es muy famosa por las formaciones geológicas como su arco de piedra por el que atraviesa el mar antes de llegar a las arenas de la playa y si a esto le sumamos la basta vegetación, su fauna y la geología se podría afirmar que es un lugar único en Japón.

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